PreKinder Pandémico

Hace mas de un año, empezó la pandemia y con eso la cuarentena.

En mayo del año pasado, una de mis grandes tristezas fue ver que Xs no se “graduaba” de manera normal de su jardín. No se despidió de sus amigos, de su profesora. Pasó los últimos días del jardín, en casa, con una tablet, algo de clases asincrónicas con la abuelita, y encierro total. Me partió el corazón cuando le armé su birrete, pero ella dichosa se lo puso. Creo que casi que ahí fue cuando me di cuenta que el duelo era mío. Solo mío. Ella estaba feliz porque se graduaba. Como no se había graduado antes, ni conocía como “debía serlo”, lo disfrutó al máximo.

Y así entramos al colegio grande. Una de mis grandes ilusiones era la compra se redujo a ordenar por la página web de la asociación de padres lo que hubiera disponible. Bueno, y la marcada, como estuvimos varios meses en casa, pues se pospuso bastante, y marqué un montón de cosas ya usadas 😦

Luego empezaron las clases virtuales. Realmente fue un reto. En especial para los adultos que tenemos expectativas distintas y recuerdos de lo que debe o no ser una clase. Mi mamá fue la reina, pero al final su esfuerzo no era el que debía tener, y bueno, parece que hizo mas de lo que tenía.

En octubre llegó el turno de volver al cole. Por fortuna, nuestro colegio le dio prioridad a las chiquitas, y podían ir todos los días. Ahí ya me sentí mas en colegio grande. Y ahí si quien dijo foto del primer día, útiles usados marcados, comprar lonchería, morral, chaqueta, etc. Estuvimos dichosos. Todos los días llegaba a almorzar a la casa. Luego, en enero cuando volvió a entrar, y empezó a estar todo el día en el colegio.

Con entrar al colegio, el estrés, mí estrés, cambió de la clase virtual, a las interacciones en la vida real de Xs con niñas mucho mayores. Ella es la menor de su curso, además de ser la mas bajita. Su amabilidad heredada del conscious discipline que aprendió en el jardín, la hizo “débil” ante la maldad de algunas niñas. También la hizo víctima de una que otra niña de maneras fuertes, que casi no lleva a proceso disciplinario por bullying. Digamos que tuvimos el primer acercamiento al colegio.

Pasaron los meses, y de tener rechazo de ir al colegio, aunque allá nos decían que pasaba feliz, Xs poco a poco fue haciéndose fuerte y empoderándose. Yo, aunque lo quisiera, soy incapaz a de decirle que se defienda con violencia. Por ello, nos respaldamos en el “adulto protector”, y en identificar situaciones de peligro o incómodas, que la hicieran sentir mal, y se apartara. Al final, logró interiorizar que mas vale ignorar a esas niñas, que darles pelea.

Un gran avance, muy evidente, fue el desarrollo del dibujo y la expresión artística de Xs. Con el colegio se desarrolló un montón. Sus dibujos se llenaron de detalles y colores, y Xs encontró en el papel y los lápices una herramienta para dar rienda suelta a su imaginación, apropiándolo en sus juegos.

En el cole, Xs almuerza solita. Eso me dio estrés. Conozco a mi hija, sé que no le es fácil la comida extraña, le gusta que le den la comida, que sea especial, que hayan fresas, melón, sus cremas de verduras, especialmente la de zanahoria o ahuyama. Ahí la solución fue: a las 330pm llegar a almorzar.

El año terminó espectacularmente virtual. El Covid nuevamente llevó al colegio a la cuarentena, y nuevamente, el sentimiento de no cierre, de falta de sensación de último día, me lo llevé yo. Para Xs, pues era la forma en que se terminó el año, y pues nunca antes había terminado el colegio, y si pudiera tener algún recuerdo, era igual. El jardín terminó virtual y el colegio, su prekinder, terminó también virtual.

Lentejas de Chatis

Hay cosas que no quiero olvidar, y una de ellas es la sazón de mi abuelita. Sus lentejas, aún no las he encontrado en un libro… y por eso, antes que se me vaya borrando la receta de mis recuerdos, quiero dejarla acá para que el mundo pueda disfrutarla

Receta para 4 personas
2 tazas de lentejas.
4 salchichas supercelofán de Koller cortada en rodajas (diagonales)
1 cebolla cabezona mediana
2 tomates
Hierbas francesas
Sal
Pimienta
Mantequilla
1 taza de leche

  • Dejar en remojo las lentejas desde la noche anterior. Acá pueden ser las comunes. Son las de toda la vida y me parecen riquísimas, aunque últimamente me obsesioné con las lentejas pardinas que me parecen gorditas y no se desbaratan tan fácil…
  • Sofreir las salchichas y reservar.
  • Sofreír en mantequilla la cebolla picadita y el tomate, sin cáscara. Me gustan los tomates san marzano o los chontos. Para esta receta creo que el chonto rememora mejor el sabor original.
  • Agregar las lentejas al sofrito, poner las salchichas, condimentar, y cubrir con agua.
  • Poner en la olla de presión 15 minutos. yo uso una olla de presión eléctrica, y la programo para 15 minutos, y que libere el vapor.
  • Destapo y agrego la leche y dejo que vuelva a hervir.

Sirvo en cazuelitas, y acompaño con arroz blanco con fideos, tajadas de plátano maduro en cuadritos, y aguacate.

Sesquilé a la vista

Por fortuna, la casa de mis abuelos, que era la de los abuelos de mi mamá, sigue en nuestra familia.

Los años y las diferentes dificultades económicas por las que mi familia ha pasado, hicieron que Sesqui se convirtiera en ese lugar seguro.

Muchas veces se ha visto la necesidad de venderla, pero varias razones lo han impedido.

Ayer que estuvimos corriendo en el pasto, viendo a las ovejas, los conejos, el perro y el gato con mi hija, di gracias que ahí seguía y nosotros también.

Tener un sitio así, en esta época de pandemia, es muy valioso. Lo atesoro cada segundo. Y ahora, que no hay restricciones para viajar, será el momento de usarla cada vez mas.

COVID: Lo que añoro y lo que se me pasa

Digamos que en esta casa, tenemos a la policia de la bioseguridad al 100% en mi cabeza. Mi enorme gusto por seguir las normas, hace que para mi la bioseguridad sea el mundo seguro en el que me muevo.

No obstante, dudo permanentemente. Veo post en facebook, en los grupos en los que estoy, miro fotos en instagrama de personas en sus fincas en tierra caliente, oigo historias de fiestas o amigos, pienso en la importancia de seguir la vida y volver a lo que éramos antes. Y dudo.

Acá por lo menos, tenemos zapatera, una zona de cuarentena donde se dejan las cosas hasta que nos acordamos que llegaron. No entra nadie de afuera diferente de la nana que viene un par de días a la semana a ayudarnos con algo de oficio y con mi hija. En casa está mi mamá, que es quien está al frente del área de gestión de la niñez. Y ya. Somos 4: mi esposo, mi hija, mi mamá y yo que llevamos encerrados desde marzo.

Añoro ir a la finca en Sesquilé y en Apulo. Añoro ir al centro comercial de compras: no es igual por internet… Añoro oir mis audiolibros en el commute de ida y vuelta a mi casa. Añoro salir a almorzar o comer. Añoro ir al salón de belleza. Lo añoro, pero pienso en mi mamá que es población vulnerable por ser mayor, tener hipertensión y ser diabética, y se me quitan las ganas. Pienso en mi hija chiquita, y se me pasa, Pienso en mi esposo, y se me pasa.

Y se me pasó.

Esperemos salir de julio y llegar a agosto. Esperemos que la cura llegue en diciembre. Esperemos que nos vacunen.