Es verdad que todas las mujeres somos diferentes. He sabido de algunas que el mismo día de la cesárea están de pie y desesperadas por salir de la clínica y estar acostadas. También he sabido de otras que tienen que botar la leche que les sale, porque es mucha y el bebe no la recibe… A todas ella felicitaciones!!! Son unas duras y me quito el sombrero.
Mi historia es diferente.
Primero, mi parto fue por cesárea, y no por gusto, sino porque tenía placenta previa y tuve un par de sangrados en los últimos meses… Eso implicó que en la cirugía todos estaban pendientes de si se iba necesitar la sangre que me había autorizado la preparada.
Segundo, la anestesia es súper estresante… Es que mi barriga era tan grande que no me podía poner en la famosa posición fetal, entonces entre el anestesiologo y una enfermera me empujaba cada uno de un lado… La anestesia me dio nauseas y un frío tenaz durante tooooda la cirugía, y casi no se me despiertan las piernas.
Tercero, como toda mamá quería tener el skin-To-skin, pero por la gravedad de mi cesárea, me tuve que conformar con un beso cuando la bebé salió de la barriga y otros dos cuando se la iban a llevar al área de neonatales porque estaba “aleteando” (eso es que no estaba respirando suficientemente bien.
Cuarto, cuando lo esposo me la pasó por primera vez, y me dijeron que “me la pusiera”, pues me la puse, pero de una forma tan burra, que yo creo que la bebé nunca tomó el dichoso calostro. Además, nos tocó complementarla con una jeringa que nadie nos enseñó a usar… Eso después implicó que se bajó un montón de peso!
Quinto, la cirugía me dio durísimo, no podía ni pararme el segundo día, además, se me infectaron un par de puntos porque resulté alérgica al acero de las grapas! Una en un millón!
Obvio que me hubiera gustado un parto de película, pero ese fue el que tuve y el que me llevo de recuerdo. No mal recuerdo, pero sí una “vertiginosa” experiencia.